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Esa mañana estaba hecha de espejos. Destellos plateados se reflejaban por todas partes, tan claros como una risa infantil. La luz era nítida, revelaba cada detalle con una claridad radiante abriendo espacios y ofreciendo sus secretos, pero ella guardaba los suyos. Ella saboreaba el paisaje a pequeños sorbos, con una sonrisa enigmática en el rostro capaz de detener el tiempo.